Mi mayor ejemplo de fe
- Daniela Cornejo Zambrano

- 6 ene 2020
- 3 Min. de lectura
En ocasiones, cuando le pregunto a las personas “¿Cuál fue su mejor etapa de vida hasta ahora?” me suelen responder que su infancia, porque fue una etapa llena de diversión, libre de preocupaciones y donde solo se dedicaban a jugar y disfrutar de los que los amaban. Me causa nostalgia escuchar esto, porque yo no recuerdo mi infancia; tengo como flashbacks, pero con esa sensación de que es un recuerdo que no sientes que es tuyo, sino como una escena de película (externa a ti). No recuerdo mis juegos favoritos, a mis amiguitxs de barrio, a los paseos familiares, o cómo fue el matrimonio de mis papás. Digamos que yo recuerdo un poco mejor a partir de mis 8 o 9 años; dónde mis padres ya estaban separados y yo llegué a vivir con mis abuelos maternos. Me dicen que mi mente en defensa a momentos no agradables reprimió esa etapa; y bueno, tampoco me he esforzado por recordarlos, creo que Dios me premió con momentos extraordinarios en otras etapas de mi vida.
Esta dinámica de vivir con mi abuelo y abuela maternos hizo que yo tenga mucha cercanía con mis tíos y tías; los hermanos y cuñadas de mi mamá. Como era la casa de los abuelos, todos venían a visitar, creo que esta fue mi recompensa; el poder sentir el amor de mi familia extensa. La familia a la que fui más cercana fue la de mi tío Álvaro y mi tía Mayi, porque tenían a mi prima Dayi; ella es dos años mayor a mi nada más, así que la diferencia no era mucha y podíamos compartir muchos juegos y espacios juntas. Ellos son cristianos-evangélicos, así que fueron los responsables de enseñarme lo más importante que fue mi fe.
Mi tío es 1 año menor a mi mamá, fue el primero en casarse, y como era costumbre, fue el primero en irse de la casa de los abuelos para comenzar su familia junto a mi tía Mayi. Ambos eran cristianos cuando se casaron, así que toda su historia de amor estuvo guiada por Dios desde el día uno. Esto hizo que sean mi referente de un modelo familiar ideal, por lo que yo los admiraba mucho y anhelaba ser parte de ellos. Mis visitas y pijamadas con mi prima eran tan constantes que mi tía me presentaba como “su hija postiza”, lo que hacía que yo me sienta bien y orgullosa de ser parte de alguna forma de ellos.
En el 2019 mi Tía enfermó, por diversos factores dejo de tener control sobre su salud y su cuerpo. Lo cual fue muy doloroso para todxs en mi familia, todos activamos toda nuestra fe a lo que creíamos y pedimos por su recuperación. Sin embargo, la que más fe tenía en que Dios tomaría el control de lo que pasaba, era ella. Mi última conversación con ella fue para preguntarle cómo se sentía y seguía con su salud; esto fue previo a un viaje que tenía planificado. Ella me dijo que los doctores no veían mejora, pero que Dios tenía el control de todo y que, así como el comenzó el camino, Él lo terminaría según sus propósitos. Era sorprendente ver el amor, confianza y fe que le tenía a Dios; a pesar de que su salud se encontraba muy deteriorada y sin fuerzas físicas; pero sus fuerzas del alma y del espíritu estaban más sólidas que nunca.
Pocos días después que llegué de mi viaje, mi tía se fue con Dios. Verdaderamente Dios la sanó, y su fe la llevó a disfrutar de su presencia antes que todos nosotros. Escribo de ella porque para mí, mi Tía es mi referente más grande de una mujer de fe; aleccionándonos a todos sobre mantenerse en los caminos de Dios y aprender a descansar en Él hasta en los días más oscuros en los que no entendemos nada. El paso de mi tía por mi vida me dejó esto, sus enseñanzas de aprender a descansar en algo que está más allá de tus fuerzas, a confiar en que algo más grande que tu tiene el control de tu vida. Así como la necesidad de creer para sostenerse de las cosas difíciles del camino. Ella fue un ejemplo en esta Tierra de que es posible resistir hasta el último cuando se tiene en qué sostenerse.
Les comparto esta historia para llevarles un poco de ella y su extraordinaria vida en esta planeta.







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